Algún día ya llegó





Por Luis Mastroeni

Hace más de una década quienes nos dedicamos a influenciar a las empresas para que se gestionen de forma social, ambiental y económicamente responsable, pensábamos en el día en que a las organizaciones se les presionara por evitar prácticas que dañaran el medio ambiente; soñábamos con el día en que la banca pidiera dentro de sus exigencias para dar créditos a las empresas, indicadores que reflejaran su buena conducta, más allá de sus buenos resultados financieros. Los más osados pensábamos en que algunos clientes mayoristas les dijeran a sus proveedores que ya no podían comprarles más, pues sus prácticas no iban de acuerdo con sus propósitos o sus valores.

Eso nos imaginábamos… pues bien, ¡ya lo estamos viviendo! Es muy interesante como antes los departamentos de finanzas nos miraban con recelo y ahora somos sus “mejores amigos”, pues requieren más que indicadores económicos, para lograr un negocio o mejorar sus tasas de interés o sus plazos en los créditos.

También nos enfrentábamos a preguntas como: ¿cuál es el retorno sobre esa inversión? O ¿cuánto producto más voy a vender si empiezo a gestionar prácticas sostenibles?; hoy las respuestas son: no es un tema de retorno, es un tema de prevención de pérdidas si no se hacen negocios de forma diferente o no es cuánto más voy a vender, es qué oportunidades de nuevos mercados se me pueden cerrar si no actúo de esta forma.

La sostenibilidad se ha convertido en un tema básico en las escuelas de negocios (las visionarias); en parte de la propuesta académica de universidades y en LinkedIN cada vez más se ven oportunidades para profesionales que puedan liderar esta estrategia a lo interno de la empresa. ¡Algún día, ya está aquí!

Pero ¿qué ha pasado para que esto haya tomado tanta velocidad?

Lo primero es que el contexto social y ambiental no da más. Es decir, el entorno en que los negocios se desarrollan se desquebraja rápidamente y eso no ayuda a las empresas. El COVID, por ejemplo, nos mostró que sociedades enfermas arruinan negocios. El aprendizaje ha sido, en resumen, que, si la empresa sigue siendo espectadora del desarrollo sostenible, llegará el punto en que la sociedad la rechazará; en cambio si la empresa se vuelva actora del desarrollo junto a otros protagonistas, la sociedad la verá como parte de la solución y saldrá adelante, quizá, con más éxito que antes.  Investigaciones como el barómetro de confianza de Edelman, tanto en el 2022, como en el 2023 demostró que la gente tiene más confianza en las empresas que en otras organizaciones. Esto nunca había sucedido. Es decir, las empresas demostraron que pueden contribuir con el bienestar de las poblaciones y los consumidores lo ven y lo premian.

Otra explicación tiene que ver con el encadenamiento. Todo está relacionado. Quienes tienen grandes capitales quieren ponerlo en inversiones que aseguren el largo plazo y hoy en día, ningún largo plazo se demuestra con solo un robusto estado financiero, se necesita mucho más. Por eso los bancos presionan por buenas prácticas socioambientales; los inversores quieren ver políticas claras de derechos humanos o de protección de la biodiversidad. Y si el crédito depende de buenas prácticas en relación con la cadena de abastecimiento, pues la empresa presionará a sus proveedores y estos a los suyos y así, no queda más que adoptar las buenas prácticas. La sostenibilidad asegura la continuidad de las empresas, eso debemos dejarlo claro y entenderlo de una vez por todas.

La tercera explicación viene dada por los consumidores. Cada vez más, usted y yo queremos productos que nos aseguren su trazabilidad. ¿Dónde se hacen?, ¿Con qué tipo de materia prima?, ¿qué tipo de normas utilizan?, ¿cuentan con alguna norma auditable para demostrar lo que dicen?, etc. Estamos eligiendo de forma más responsable y eso presiona a las empresas. En regiones donde no hay mercados de inversionistas sofisticados (como la nuestra), es urgente que el consumidor levante la voz y empiece a elegir de forma cada vez más responsable.

Finalmente llegamos a la regulación. En un artículo que leí hace algún tiempo, se mencionaba que Europa estaba experimentando un tsunami de regulaciones. Es decir, todos los temas que tienen que ver con comportamientos ambientales, sociales o de gobernanza (ASG) están pasando por los congresos europeos y eso es carísimo para las empresas. Pero está pasando. Ya está aquí. Cuando digo que es carísimo, me refiero a que la regulación exige un tiempo específico y si no cumplo, me sancionan. Es mejor adelantarse a la regulación, pues voy a mi tiempo y reduzco el riesgo de la imposición.

Alemania ya cuenta con una ley que exige el cumplimiento de derechos humanos en la cadena de valor. Además, este año, se lanzó las NIIF S1 y S2, que abarcarán temas de sostenibilidad. Insisto, ¡algún día ya llegó!

Ante esta velocidad, se hace urgente que las Juntas Directivas despierten. Es hora de exigir a sus CEOs o sus gerencias que instruyan a su administración y presenten una estrategia ASG. Es hora de que las agendas de la alta dirección incluyan los temas de sostenibilidad, ya es tarde si los departamentos de riesgo no están incluyendo los aspectos ambientales, sociales, reputacionales y de gobernanza en sus matrices de continuidad de negocio.

Claro que todas las empresas van a ritmos distintos y tienen presiones diferentes, sin embargo, se hace necesario entender que ya no hay mucho tiempo y que es urgente empezar. El primer paso es empoderar a la alta dirección para que comprenda que esto es un tema que les compete y no es delegable. El futuro de las organizaciones está dado por comprender esto, primero que todo.

Luego, se debe hacer un análisis de los impactos de la empresa sobre la sociedad y el medio ambiente y a partir de ahí, empezar la gestión, de forma tal que pueda asegurar no solo el retorno económico, sino también la disminución de los riesgos y el aprovechamiento de las oportunidades que la gestión sostenible representa.

Llegó la hora en que las empresas deben tener un liderazgo que les permita comprender que hacer dinero a cualquier precio ya no es viable. La sostenibilidad asegura la disminución de los riesgos, el aumento de las oportunidades y la continuidad de los negocios. Algún día, ya no existe; ese día, ya lo estamos viviendo.

 

 

 

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