Algún día ya llegó
Hace más de una
década quienes nos dedicamos a influenciar a las empresas para que se gestionen
de forma social, ambiental y económicamente responsable, pensábamos en el día
en que a las organizaciones se les presionara por evitar prácticas que dañaran el
medio ambiente; soñábamos con el día en que la banca pidiera dentro de sus
exigencias para dar créditos a las empresas, indicadores que reflejaran su
buena conducta, más allá de sus buenos resultados financieros. Los más osados
pensábamos en que algunos clientes mayoristas les dijeran a sus proveedores que
ya no podían comprarles más, pues sus prácticas no iban de acuerdo con sus
propósitos o sus valores.
Eso nos
imaginábamos… pues bien, ¡ya lo estamos viviendo! Es muy interesante como antes
los departamentos de finanzas nos miraban con recelo y ahora somos sus “mejores
amigos”, pues requieren más que indicadores económicos, para lograr un negocio
o mejorar sus tasas de interés o sus plazos en los créditos.
También nos
enfrentábamos a preguntas como: ¿cuál es el retorno sobre esa inversión? O
¿cuánto producto más voy a vender si empiezo a gestionar prácticas sostenibles?;
hoy las respuestas son: no es un tema de retorno, es un tema de prevención de
pérdidas si no se hacen negocios de forma diferente o no es cuánto más voy a
vender, es qué oportunidades de nuevos mercados se me pueden cerrar si no actúo
de esta forma.
La
sostenibilidad se ha convertido en un tema básico en las escuelas de negocios
(las visionarias); en parte de la propuesta académica de universidades y en
LinkedIN cada vez más se ven oportunidades para profesionales que puedan
liderar esta estrategia a lo interno de la empresa. ¡Algún día, ya está aquí!
Pero ¿qué ha
pasado para que esto haya tomado tanta velocidad?
Lo primero es
que el contexto social y ambiental no da más. Es decir, el entorno en que los
negocios se desarrollan se desquebraja rápidamente y eso no ayuda a las
empresas. El COVID, por ejemplo, nos mostró que sociedades enfermas arruinan
negocios. El aprendizaje ha sido, en resumen, que, si la empresa sigue siendo
espectadora del desarrollo sostenible, llegará el punto en que la sociedad la
rechazará; en cambio si la empresa se vuelva actora del desarrollo junto a
otros protagonistas, la sociedad la verá como parte de la solución y saldrá
adelante, quizá, con más éxito que antes. Investigaciones como el barómetro de confianza
de Edelman, tanto en el 2022, como en el 2023 demostró que la gente tiene más
confianza en las empresas que en otras organizaciones. Esto nunca había
sucedido. Es decir, las empresas demostraron que pueden contribuir con el
bienestar de las poblaciones y los consumidores lo ven y lo premian.
Otra explicación
tiene que ver con el encadenamiento. Todo está relacionado. Quienes tienen
grandes capitales quieren ponerlo en inversiones que aseguren el largo plazo y
hoy en día, ningún largo plazo se demuestra con solo un robusto estado
financiero, se necesita mucho más. Por eso los bancos presionan por buenas
prácticas socioambientales; los inversores quieren ver políticas claras de
derechos humanos o de protección de la biodiversidad. Y si el crédito depende
de buenas prácticas en relación con la cadena de abastecimiento, pues la
empresa presionará a sus proveedores y estos a los suyos y así, no queda más
que adoptar las buenas prácticas. La sostenibilidad asegura la continuidad de
las empresas, eso debemos dejarlo claro y entenderlo de una vez por todas.
La tercera
explicación viene dada por los consumidores. Cada vez más, usted y yo queremos
productos que nos aseguren su trazabilidad. ¿Dónde se hacen?, ¿Con qué tipo de
materia prima?, ¿qué tipo de normas utilizan?, ¿cuentan con alguna norma
auditable para demostrar lo que dicen?, etc. Estamos eligiendo de forma más
responsable y eso presiona a las empresas. En regiones donde no hay mercados de
inversionistas sofisticados (como la nuestra), es urgente que el consumidor
levante la voz y empiece a elegir de forma cada vez más responsable.
Finalmente
llegamos a la regulación. En un artículo que leí hace algún tiempo, se
mencionaba que Europa estaba experimentando un tsunami de regulaciones. Es decir,
todos los temas que tienen que ver con comportamientos ambientales, sociales o
de gobernanza (ASG) están pasando por los congresos europeos y eso es carísimo
para las empresas. Pero está pasando. Ya está aquí. Cuando digo que es
carísimo, me refiero a que la regulación exige un tiempo específico y si no
cumplo, me sancionan. Es mejor adelantarse a la regulación, pues voy a mi
tiempo y reduzco el riesgo de la imposición.
Alemania ya
cuenta con una ley que exige el cumplimiento de derechos humanos en la cadena
de valor. Además, este año, se lanzó las NIIF S1 y S2, que abarcarán temas de
sostenibilidad. Insisto, ¡algún día ya llegó!
Ante esta
velocidad, se hace urgente que las Juntas Directivas despierten. Es hora de
exigir a sus CEOs o sus gerencias que instruyan a su administración y presenten
una estrategia ASG. Es hora de que las agendas de la alta dirección incluyan
los temas de sostenibilidad, ya es tarde si los departamentos de riesgo no
están incluyendo los aspectos ambientales, sociales, reputacionales y de
gobernanza en sus matrices de continuidad de negocio.
Claro que todas
las empresas van a ritmos distintos y tienen presiones diferentes, sin embargo,
se hace necesario entender que ya no hay mucho tiempo y que es urgente empezar.
El primer paso es empoderar a la alta dirección para que comprenda que esto es
un tema que les compete y no es delegable. El futuro de las organizaciones está
dado por comprender esto, primero que todo.
Luego, se debe
hacer un análisis de los impactos de la empresa sobre la sociedad y el medio
ambiente y a partir de ahí, empezar la gestión, de forma tal que pueda asegurar
no solo el retorno económico, sino también la disminución de los riesgos y el
aprovechamiento de las oportunidades que la gestión sostenible representa.
Llegó la hora en
que las empresas deben tener un liderazgo que les permita comprender que hacer
dinero a cualquier precio ya no es viable. La sostenibilidad asegura la
disminución de los riesgos, el aumento de las oportunidades y la continuidad de
los negocios. Algún día, ya no existe; ese día, ya lo estamos viviendo.
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